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Nocturno XVI

Dos años o dos noches son lo mismo.   El tiempo de la espera es relativo.   como los son la vida, la ansiedad,   o la muerte.     El viento del norte trajo los incendios   y la primavera no es tan amable.   Como en un poema de Montale,   un hilo se devana.     A veces no se sabe que se espera:   quizás sea un llamado, o un silencio,   una bendición, una palabra…   A veces no se espera nada.     Es de noche y habrá otra mañana   esperando para desenredarse;   como un ovillo que escapa de una bolsa,   como el destino.     Como el destino impredecible   que suponemos nos depara   un ser imaginario, que creamos    a nuestra imagen y semejanza.     Quizás no haya un dios.    Quizás solo esto: el fluir infinito de los días,   sin orden, redención, deseos. Nada.   Solo el rodar de la tierra     Y no estaría mal que así fuera.   El fuego que se apaga volverá   mañana a arder, así como el sol   volverá a salir.     Y el consuelo de un posible cosmos   es un intento de ordenar el caos   teniendo
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Precisión histórica y aburrimiento: El caso de "El Hombre del Norte"

      Una de las primeras cosas que se aprendía en la carrera de historia era las diferencias entre historia e historiografía, y entre los datos y la reconstrucción o relato histórico. Para hacerla cortita, uno tenía que tener claro que cualquier historia que se relatase, terminaría de alguna manera hablando también de nuestro tiempo, además del período que pretendía reconstruir.     Otra cosa que se aprendía, pero con el correr de los años y las lecturas, era que la precisión y la calidad científica no se emparejaba así nomás con la calidad literaria. Nadie dudaba de la genialidad de Tulio Halperín Donghi, pero tampoco había estudiante alguno que se entusiasmara con su prosa.     Por otra parte, y esto lo aprendí saltando entre la escuela de Historia y la de Letras, me fui enterando que la coherencia de los relatos, depende muchas veces de las reglas internas del universo que crea el autor. A veces una aventura espacial era más creíble que una crónica periodística.     Todo esto viene

Muertos

  Un muerto es un muerto, o eso creemos. A veces es más. O es menos que eso. Un muerto puede ser una pancarta, o una insignia, una moneda de cambio, o una cifra. Hay muertos de los que nadie se acuerda, y hay otros de los que debemos acordarnos por decreto. Muertos que nadie reclama, tirados en una zanja o en la mesa de una morgue. Y otros que no se van, aunque queramos. Salimos a gritar por nuestros muertos, competimos por ellos, los ponemos en tablas de posiciones, en un torneo de muertos célebres y reivindicables. Nos esforzamos en que la bandera de nuestro muerto sea mejor que la del muerto enemigo. Mientras tanto, poco hacemos por los vivos, que de una manera u otra llegaran a ser muertos para que unos y otros exhiban o denuesten. País perverso es este en que vivimos, esperando la muerte solamente  para tener qué cargarle al oponente.

Habana 87

  Cuando en el verano de 1987, algunos de mis conocidos viajaban a la Florida para sumergirse en el templo de la alegría capitalista que era (y debe seguir siendo) Disneyworld, mis padres me llevaron a conocer Cuba. La Cuba de entonces no era el destino de las empresas españolas de turismo. Todavía existía la URSS, por lo que la isla se dedicaba sobre todo a enviar azúcar a los rusos, y a recibir el turismo del bloque socialista: gente de un color blanco imposible, aún para mí, que desciendo de moldavos y ucranianos. En la Argentina de 1987 irse a Cuba era para los curiosos o los socialistas. Como mi familia pertenecía a este segundo grupo, habíamos contratado un paquete turístico que incluía en partes iguales, destinos de playa, de historia colonial e historia revolucionaria. Íbamos a conocer el caribe, y a la vez, empaparnos del humanismo socialista, supuestamente tan lejano al consumismo desenfrenado de la Florida.  Para llegar, había que subirse a un avión de Aeroflot que condensab

Gaza 2021

Cruzan las luces el cielo. Son misiles, no estrellas fugaces ni cometas, no. Morirán personas que mañana serán números en un diario, solo manchas de tinta. Ya nadie se acuerda cómo empezó esto. Si Yahveh, sus profetas, o los romanos… O quizás la diáspora o Masada? No lo se. Pero en algún lugar los cadáveres huelen. Y los hijos y los padres de cualquier bando no hacen más que pedir por sangre y una tierra, por la que salen a matarse día a día. Ya nada augura otra cosa que pólvora y venganza. Habrá un mañana (siempre hay) pero igual  que ayer y que anteayer. Una sucesión  interminables de cuerpos, de podredumbre y muerte, en nombre de un dios ausente.

Un año después (Nocturno nºXV)

 Otra noche fría estoy en casa como el año pasado, pero no porque este año es menos cruel. No me he vuelto más sabio, no. Tampoco más cínico, o prudente pero el tiempo y el dolor enseñan. No es gran cosa, pero es todo: Prestar atención a los que quiero y no distraerme en los imbéciles. Recordar lo bello (una plaza, una playa, en el mar o la sierra, los hombros de Mariana) No necesito más. La confusión y la estridencia, volverán, pero soy más viejo. Estoy preparado.

21 de abril

La noche, la noche, la noche, la noche la idea da vueltas, da vueltas, da vueltas y llega o no llega, no llega, no llega... un poema escapa, quizás otro llega. No es un tiempo fácil, si alguna vez hubo. Nunca un tiempo fácil. Nunca. No es quizás la peste, lo que más altera sino la miseria, peor que la peste. Miseria del alma, miseria de gentes. Miseria que cala los huesos, que sale a pasear desembozadamente, que sale a reírse del pobre y desnudo. Miseria  quien cree que es bueno y mejor Miseria que cree ser misericordia, Miseria que mata, que hiere, que embota. La noche, la noche que vuelve, que hiere ideas que parten, no llegan, se pierden, poemas que escapan, tristeza que llega.